viernes, 6 de noviembre de 2009
Semana de la Biblioteca
Antecedentes del Día del Bibliotecario Peruano
lunes, 12 de octubre de 2009
LA GENTE DEL FUTURO
martes, 6 de octubre de 2009
LA MONOGRAFÍA
Concepto
La monografía es el tratamiento científico, sistemático, metódico, de un asunto cualquiera, sea en el ámbito de las letras o de las ciencias. Se basa en una personal y científica investigación: supone firme propósito de aportar algo nuevo, valedero, provechoso.
En este sentido, la elaboración de monografías constituye una de las actividades académicas más importantes, pues el estudiante pone a prueba sus inquietudes y conocimientos básicos de investigación científica ya conocidas. Por otro lado, irá ensayando técnicas y procedimientos que, finalmente le facilitará la redacción de su tesis y otros trabajos de investigación de alto nivel científico.
Según Ramos M. La monografía es el nombre que se da, en la vida universitaria, al primer intento de escribir artículo científico.
En cambio Ortiz T., dice, la monografía es la investigación que particulariza un determinado estudio o asunto.
Mientras Asti Vera A. Manifiesta: Podemos definir la monografía como el tratamiento por escrito de un tema específico, su característica esencial no es la extensión, porque puede tener desde unas pocas páginas hasta la dimensión de un libro. Cabe distinguir, sin embargo, entre el uso escolar de la palabra “monografía” y un empleo científico del trabajo (el tratamiento de un tema bien delimitado) pero la diferencia reside en la calidad de la tarea, es decir, en el nivel de la investigación que dependen de las finalidades respectivas que presidieron su elaboración. Las monografías que sirven para la promoción de los estudiantes universitarios al término de un seminario, por ejemplo, no pueden considerarse verdaderos trabajos de investigación (por falta de capacidad de los estudiantes en esta etapa), salvo raras excepciones como tareas de iniciación en la investigación. Las monografías científicas constituyen un dominio del tema que cumplen los verdaderos investigadores, un ejemplo en este caso son las doctorales.
Estructura de la monografía
Toda monografía, por tratarse de un trabajo científico, debe cumplir con los procedimientos básicos que sigue la investigación en general. Vale decir que, el estudiante abocado en redactar una monografía, deberá establecer, en primer término cuál va a ser su problema de estudio para luego indagar sobre las posibles fuentes de información de las que hará uso. Luego de ello, podrá diseñar un plan provisional de su trabajo, encontrándose recién en condiciones de organizarlo, elegir métodos y técnicas, recopilar información, hasta llegar a la redacción del documento final.
Esquemáticamente, la monografía está compuesta de las siguientes partes:
Título
Dedicatoria
Introducción
Cuerpo de la monografía:
Partes
Capítulos
Subcapítulos
Incisos
Conclusiones
Bibliografía
(Investigación RIPIVE)
IMPRESIONES PERSONALES
Una de las primeras enseñanzas que recibimos en las monografías, es que debemos ser prudentes en cuanto a la emisión de nuestros pensamientos en relación con otras personas con quien vivimos, ya sean familiares, compañeros
de trabajo, etc. o sobre circunstancias de diferente índole de las que nos toque ser protagonistas.
Recuerdo un bello mensaje, cuya disertación gira en torno a una carta recibida en la Gran Logia, acerca de las impresiones de un miembro Rosacruz, quien después de haber estado en un Campos Universitario durante diez años, visitó por primera vez un Centro Cultural Rosacruz de AMORC, y comenta que esperaba encontrar un edificio suntuoso, y personas todas de la mejor calidad humana del mundo. Encontró un lugar limpio sí, pero sin la ostentación arquitectónica esperada, amén del tipo de personas que encontró.
Su primera determinación fue no regresar, sin embargo, el fráter volvió, ya que, según sus comentarios, supo encontrar belleza tras de falseados exteriores; educación tras de un lenguaje pobre; unidad dentro de las diferencias y compasión en el amor impersonal; evolución en lo que al principio le pareció estático. Es decir, aprendió a detectar valores no manifestados a los ojos o al intelecto.
Nos hemos puesto a pensar alguna vez como estudiantes rosacruces ¿por qué emitimos la primera impresión acerca de alguien tan espontáneamente? ¿Será porque no tenemos capacidad para detectar mejores aspectos de la persona, porque nosotros mismos estamos al mismo nivel que aquella a quien nos sentimos con derecho de juzgar? ¿Por qué no podemos ver otros aspectos desde otro punto de vista? ¿Por qué dejamos que la actitud de otra persona nos cause desarmonía? ¿Cómo es que otras personas emiten buenos conceptos de quien, a nuestros ojos, no merece ser halagado?
Realidad y actualidad, son dos conceptos que se aplican también en las relaciones personales, ya que no podemos captar más del nivel personal con que cada uno cuenta. Nos atrevemos a decir que cada juicio que se emite acerca de las personas, puede servirnos de medida del grado de evolución que hemos alcanzado en ese aspecto y sobre el cual debemos poner atención para mejorarnos a nosotros mismos. Cada juicio emitido en forma negativa acerca de otra persona, es algo que debemos trabajar en nosotros mismos.
Las enseñanzas de AMORC tienen como finalidad primordial el despertar en cada estudiante un sentido de autodesarrollo; no dicen que son para hacer que se desarrollen las personas cercanas a nuestro derredor y convertirnos en jueces de ellas. En otro de los párrafos de la carta, el fráter manifestaba que vio que cada estudiante progresaba a su propio paso: algunos en forma rápida, otros lentamente y cada uno dentro de su propia capacidad, algunas veces grandiosa, otras muy pequeña.
Es bueno tener siempre presente que debemos ser tolerantes y comprensivos con las imperfecciones de los demás, sabiendo que nosotros somos menos que perfectos. Que si otros están desempeñando trabajos que asumieron, lo van a realizar de acuerdo a su grado de evolución y de conciencia, no al nuestro personal; podemos seguir y en armonía, dar el tiempo suficiente para que el desarrollo personal se manifieste.
Aplicando nuestras enseñanzas Rosacruces, en la medida en que superamos esas aristas de carácter personal, estaremos contribuyendo a la superación de la humanidad ya que la paz y la armonía deben ser encendidas en el corazón individual de cada ser humano y definidas por una reacción en cadena, de comprensión humana, tolerancia, paciencia y purificación del yo interno de sentimientos de envidia, rivalidad y odio. Si todo Rosacruz aplica esto con toda persona, en su familia, en su trabajo, en el organismo afiliado al que asiste, con todos los fráteres y sorones con quienes convive, realmente estará cumpliendo con su cometido en la tierra.
También nos indican nuestras enseñanzas, que la manifestación en este plano se da por la ley de polaridad, la cual aplicada a las relaciones humanas, se manifiesta en amistad-enemistad, amor-desamor, armonía-desarmonía, etc. Si aplicamos la reflexión por sistema, como indicamos en párrafos arriba, podremos ejercitar la ley del amor que nos permite desarrollar ese bello potencial en nosotros y podemos amar a quienes aman y a quienes no, a los que amamos y a los que no; y algo muy importante, sabiendo que tenemos la libertad de decidir, cada uno somos responsables de situarnos en la polaridad que mejor nos parezca, siempre teniendo presente que, lo que nos acontece en la vida, es solamente resultado de nuestros pensamientos y acciones.
Así, los rosacruces debemos estar alertas con sus formas de pensamiento y ejercitar el ejercicio del silencio, antes de manifestar las primeras impresiones, hasta efectuar un análisis de éstas, para después tomar determinaciones plenas de amor, tolerancia, comprensión y toda esa amplia gama de valores que haciéndolos nuestros, nos permitirán ser los Maestros de nosotros mismos y en consecuencia de nuestra vida.
Patricia Andaluz Carmona, S.R.C.
MITO Y LITERATURA EN LA AMAZONÍA
Por: Ricardo Vírhuez Villafane*
1. EL MITO
El mito surge con la humanidad. Es el primer intento del hombre para explicar y comprender el mundo. Nace antes de la ciencia, la religión, la filosofía y las artes, pero lleva en su seno los gérmenes de todas ellas y, más adelante, miles y miles de años después, les da vida. El mito, es por ello, una forma precientífica de conocimiento. Ese es su lugar preciso y por esa razón corresponde sólo a ciertos modelos de sociedad y a determinadas etapas de su desarrollo. Es el primer intento del hombre para aprehender vitalmente un mundo ajeno a él, a veces generoso y otras destructivo, y a veces para comprenderse a sí mismo. No apareced aún la escisión racionalista sujeto-objeto y ningún otro conocimiento posee autonomía. Poco a poco, según como va surgiento la división del trabajo, algunas disciplinas se independizan nebulosamente del mito: la magia, la religión, las artes, las ciencias, van adquiriendo contorno propio. Lo mismo ocurre con la literatura: ella es primeramente, durante miles de años, literatura oral, y abandona del mito muchos de sus contenidos médicos, musicales, danzísticos y religiosos, aunque, por el uso de la gesticulación, el canto y las onomatopeyas, mantiene una estrecha relación con el teatro. El mito es ante todo fe, creencia directa en lo sobrenatural, miedo ante lo desconocido, sorpresa y pavor frente a los hechos espectaculares de la naturaleza que no comprende. Es la etapa primitiva del hombre, cuando aún su lenguaje y sus modos de sobrevivencia son torpes y balbuceantes. Durante milenios reina el mito, y con las conquistas técnicas humanas va enriqueciéndose y sistematizándose, a través de la palabra, el conocimiento del mundo. Al verse enfrentado por la realidad cambiante y por los mismos hombres, y al emerger tímidamente las primeras tentativas del conocimiento científico, el mito omnipresente se diluye. Pero no sucumbe en su totalidad. Se refugia en sus propias creaturas, como la religión, la magia o la literatura, y allí, enfrentada por formas de conocimiento superiores, expira lentamente. La literatura oral que sobrevive no refleja, pues, al mito, sino sólo su cadáver. En cambio sí vive pertinazmente en la religión y en la magia fenómenos anticientíficos que aún sobreviven como retazos de nuestros antepasados primitivos. Si bien la mayor´´ia de científicos coloca al mito como padre de la religión y la magia, algunos hermanan sus orígenes. Es decir consideran que el mito se enfrenta solo a determinada necesidad, la de explicar y organizar la vida y el mundo, mientras que la magia y religión se enfrentan a la angustia y temor de lo desconocido. Por tanto, dicen, son fenómenos paralelos. Sin embargo, esta explicación olvida la historicidad del pensamiento –sea mítico o filosófico- y el hecho de que, en sus comienzos, también el mito le hacía frente a lo sobrenatural. Por esta razón además es imposible denominar correctamente como mito a toda creencia u ocurrencia idealista contemporánea. Se habla del mito del eterno retorno, de los mitos del capitalismo o del socialismo, del mito de la modernidad y la postmodernidad, etc. La significación objetiva del concepto de mito se ha perdido y, en cambio, se ha transformado en simple sinónimo de utopía, irreal, absurdo, ilógico y hasta falso. El mito es en la actualidad la metáfora de la mentira. En los primeros tiempos de la vida humana, en cambio, el mito era la imagen de la verdad. ‘Existe el mito en nuestros días, por ejemplo, en los pueblos indígenas o en los llamados pueblos primitivos de Australia y África? Los estudios científicos nos indican que no. Y esto es muy sencillo de explicar. En primer lugar, el hombre primitivo – el vefrdadreramente primitivo- desapareció hace muchísimos miles de años. Las técnicas y modos de vida arcaicos de algunos pueblos pertenecen, comparativamente, a sociedades más desarrolladas, más cercanas a las nuestras. Si no descubrimos la rueda o no se les ocurrió la escritura, se adecuaron en compensación al difícil medio geográfico y su supervivencia revela una inmensa victoria. Cientos de altas culturas desaparecieron con los siglos, pero ellos (los llamados pueblos atrasados) sobrevivieron. Modernos estudios científicos han descubierto que poseen costumbres e ideas muy complejas. Incluso en algunos aspectos de organización social y familiar y en no pocas denominaciones lingüísticas superan en complejidad a nuestra cultura occidental. La existencia de instituciones mágicas, horticultores, cerámicas, textiles, entre otras, demuestra que el mito hace mucho que se batió en retirada.
2. MITO O LITERATURA
¿Por qué muchos estudiosos de los pueblos nativos, entre ellos antropólogos, lingüistas, religiosos y sociólogos, aún llaman mitos a la copiosa y bella literatura indígena? Existen varias razones. La más notoria es la menos seria: etnocentrismo. Pero no se trata ya de un etnocentrismo brutal a la ,manera de los viejos colonizadores, sino de un estado mental que les viene desde la infancia. La fantasía del cristianismo o de otras religiones, los relatos de ciencia ficción y de las autodenominadas ciencias ocultas gozan de mayor prestigio y creatividad que las narraciones míticas. Al no comprenderlas, las desdeñamos. Pero la realidad tiene sus propias formas de hacernos ver claro. Por ejemplo, hablemos de los cocamas. Su filiación lingüística los hace desprenderse de l os tupí-guaraní, y éstos, a su vez, de grupos étnicos más antiguos provenientes probablemente de la isla de Marajó (desembocadura del Amazonas) y con anterioridad de lguna inmigración asiática. Si pensamos en los miles de años de recorrido y los comparamos con las actuales narraciones cocamas, descubriremos que éstas no nos dicen nada de los tiempos más remotos sino, apenas, del pasado reciente. Además, sus relatos orales contemporáneos obedecen a un modo de explicación adecuado a sus conquistas técnicas. Son los cazadores y horticultores quienes, partiendo de ese estatus, explican el mundo. La actual literatura oral cocama (casi perdida por el mestizaje) es distinta a la que fue en sus primeras migraciones al Huallaga. ¿Y los relatos más antiguos, cercanos a la etapa mítica y primitiva? Se perdieron para siempre. O, en el mejor de los casos, están fundidos en la actual literatura tupí-guaraní peruana, brasileña y paraguaya. Por eso dijimos que estas expresiones orales son, en primer lugar, literatura. Por su contenido o su temática puede ser fantástica, realista o mítica. Hablñar de relatos míticos (y no de “mitos”) significa referirse a relatos cuyos contenidos son míticos. No todas las narraciones orales indígenas poseen contenido mítico. Existen, además temas humorísticos (las más numerosas), de aventuras, fantásticas, guerreras, etc., que nos indican la creciente autonomía de la literatura. Algunas poseen la concisión del cuento moderno. Observemos sino este cuento asháninca:
Un niño quiso coger a la luna para convertirlo en su collar. Pero la luna se dio cuenta. Cogió al niño e hizo de él un bonito collar.
No son pocos los estudiosos de la literatura que han incluido al mito ya no como una forma de pensamiento primitivo, sino como una especie de literatura, junto al cuento, la leyenda, la fábula o la poesía. Pero esta clasificación no está del todo clara. Si el mito como especie literaria pertenece sólo a los pueblos “atrasados” que quieren explicarse al mundo, entonces el etnocentrismo y subjetivismo permanecen. ¿Un escritor moderno puede escribir mitos? Si la clasificación del mito como especie literaria fuese exclusivamente de carácter literario, la respuesta sería afirmativa. Existirían cuentos y novelas míticas. J. M. Arguedas, Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier pertenecerían no a lo real-maravilloso o al realismo mágico, sino a la literatura mítica. Pero no es así. El prejuicio antropológico sigue pesando sobre la especialidad literaria y con ello, el etnocentrismo cultural.
3. LITERATURA ORAL
Las características de la literatura oral primitiva (con el tiempo logra desarrollar sus propios recursos e innovadoras técnicas) son, aparte de ser oral o hablada, las de ser pública, anónima, colectiva, mosaico de lo general (la visión histórica del mito, los acontecimientos pasados, los valores éticos, etc.) con lo particular (donde se incluyen los hechos contemporáneos, las nuevas historias, lo sucesos de los individuos vivos), de modo que esta literatura oral es dinámica, cambiante, actualizada –pero fundida con la tradición- y de múltiples versiones. El narrador cuenta y actúa (teatraliza) al mismo tiempo, mientras el público se deja seducir, celebra, protesta y se emociona con la ficción. La relativa autonomía de la literatura oral se perfecciona, también, con la aceptación pública de determinados narradores (que se especializan mediante técnicas intuitivo-racionales de contar) y el rechazo a otros. No todos son narradorews, sino unos cuantos. Es decir, existe ya una sensibilidad estética entre público y narrador que prueba incontrovertiblemente su carácter literario y artístico. La novela El Hablador de Mario Vargas Llosa no hace más que confirmar este hecho. Las historias narradas forman un abanico increíble de temas, que pueden ser agrupadas según los subgéneros o especies literarias actuales: fantásticas, eróticas, guerreras, religiosas, místicas, de aventuras, costumbristas, históricas, etc. Todas son cortas y fragmentadas, y están adecuadas a las necesidades específicas de la oralidad. El público acepta estas historias como ficción y no, como en los tiempos míticos, como realidad. La prueba está en que sus propias historias reconocen la antigüedad de determinados acontecimientos fantásticos y los presentan como algo lejano y hasta con irreverencia y burla. Y también, en que la vida diaria y las relaciones sociales son distintas a lo narrado. Es obvio que si estas narraciones fuesen mitos y no literatura, los hombres vivirían determinados por ellos y no, como ocurre en realidad, con evidente independencia. Sin embargo, esta independencia es relativa. Está atravesado por ciento grado de religiosidad que puede confundir nuestra percepción. Si el aguaruna goza con los relatos de Nunkui, el héroe cultural femenino que les enseñó a labrar la tierra, nada les impide encomendarse a ella al momento del sembrío o durante la cosecha. No es superstición ni señal de primitivismo o magia, sino simple religiosidad, a igual que los cristianos al adorar la cruz, rezar al cielo o arrodillarse en el templo. El concepto de literatura oral (y con él sus características) es tan amplio que su campo de acción resulta ilimitado. No sólo los pueblos indígenas o los pueblos ágrafos en general producen literatura oral. También los hacen los pueblos mestizos de la ribera, a quienes pertenecen en realidad la ficción del yacuruna, el chullachaqui, el bufeo colorado, el ayapullito, el tunchi y otros seres fantásticos. Y la literatura oral se crea asimismo en las ciudades. Lo que pasa es que está tan poco estudiada y menos sistematizada, que es casi una realidad desconocida. Los relatos orales de los pueblos indígenas han sido y aún son recopilados por diversos estudiosos, pero la ausencia de una taxonomía literaria ocasiona el olvido de aspectos importantes, como la creación actual (y no la tradicional) de los jóvenes narradores. No todo es repetición y transmisión. También hay novedades. Lo mismo ocurre en los pueblos mestizos ribereños. De ellos conoce sólo su bestiario de bufeos y chullachaquis, pero se olvida su origen europeo. Tanto el yacuruna (sirenas masculinas) como el chullachaqui (gnomo, duende o sátiro) tienen su origen en europa, aunque han desarrollado en la selva algunas peculiaridades propias. Lo mismo ocurre con el tunchi (alma en pena eminentemente católico) y otros espíritus emparentados con la imagen herbívora del diablo judeo-cristiano.
4. DE EUROPA A LA AMAZONÍA
Los personajes fantásticos europeos fueron trasladados a América con la colonia y principalmente con la religión católica, que, como sabemos, es más superstición que religión. Muchísimos sers mágicos llegaron el el stock de importaciones coloniales. Dios, diablo, almas en pena, condenados, monjes sin cabeza, tunchis y chullachaquis, en fin, buena parte de la mitología europea. Estos personajes se asentaron en zonas geográficas amplias o reducidas. Algunos desaparecierón y otros tuvieron más éxito. El chullachaqui, por ejemplo, puede rastrearse (con otros nombres) en Brasil, Paraguay y Venezuela, y sus aventuras se cuentan en casi todos los pueblos ribereños de la selva. Pero curiosamente, en ningún pueblo indígena. Con el auge del reginalismo lortano y la moda ecológica, la mayoría de escritores loretanos se lanzó a “salvar” la cultura regional mediante la creación de lo que denominaban “mitos y leyendas”. Lla marón “al reencuentro con lo mágico” y se embebieron de borracheras con ayahuasca, toé, hongos y cientos de solicitudes de subvención a las empresas públicas y privadas para mantener su actitud salvadora. Este optimismo tuvo eco en la apática intelectualidad iquiteña. En lugar de desbrozar y esclarecer la vida social loretana, la encubrieron de anécdotas mágicas y personajes fantásticos. Roger Rumrril decretó que la Amazonía era esencialmente mágica, y cuando enduvo resentido con las avaras autoridades locales declaró que el símbolo de la Amazonía era la prostituta. Otros escritores como Arnaldo Panaifo, Orlando Casanova, Carlos Fuller, Eleazar Haunsi y muchos más, dieron vida a plantas, animales y seres fantásticosen defensas de la naturaleza y contra el hombre, por considerarlo el causante de todos los males. Pero la desinformación sobre el tema medioambiental era tan grande que aún podemos leer en sus libros su llamada a “proteger la ecología”, sin distinguir a la ciencia de la naturaleza que debiera protegerse. De modo que la última narrativa amazónica está poblada de animales y plantas humanizadas y de un discurso torpemente ecológico. La literatura escrita está estancada y empobrecida por esta falta de siceridad, y los escritores no se han sentido tocados por la realidad social que les muerde a diario con tanta miseria, delincuencia y demagogia. Para el ecritor amazónico de hoy s desprenden dos caminos: escapar de la realidad o encubrirla. La mayoría a elegido ambos a la vez.
5. EJEMPLO PARA NO RECORDAR
Cuando Germán Lequerica publicó El Soplador y el Tigre, supimos que había aparecido uno de los peores cuentos de la Amazonía Peruana. Pero su cuento el Soplador y el Chullachaqui, una especie de continuación del primero, lo supera en la comprobada ambición de falsear la realidad. En él un indígena va de caza y se encuentra con el chullachaqui, quien le riñe por andar agrediendo la naturaleza. El indígena vuelve a su casa llevando una pequeña presa, la que finalmente se vuelve palo por la astucia y la magia del chullachaqui. Este personaje (exitoso inmigrante católico) ha abandonado su simbología diabólica y se presenta como el protector de la naturaleza. El indígena, en cambio que ha demostrado durante cientos de años que sabe convivir equilibradamente con su medio, es presentado como el agresor, el depredador. En pocas palabras, se pinta la historia al revés, tal y como lo hicieron los salvajes misioneros, caucheros y militares, y no se dice una palabra de las grandes empresas petroleras y madereras que deforestan y contamina aceleradamente la selva, ni de la agresión constante y etnocida hacia los pueblos indígenas. Si bien la crítica literaria no necesariamente realiza una lectura directa y comprobativa de la realidad y la ficción, en esta caso si es necesaria por el objetivo social y antropológico de su autor. Este es un ejemplo de literatura para no recordar, es cierto, pero cuánta irresponsabilidad en el tratamiento ecológico, cuánta desinformación y superficialidad para defender los recursos naturales. Los escritores mucho que aprender de los narradores orales indígenas. Su imaginación, su humor, su valiente resistencia. Y, principalmente, su sinceridad en la defensa de la amazonía.
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*El presente, Mito y Literatura en la Amazonía, es una crítica literaria de Ricardo Vírhuez Villafante, joven escritor autor de la novela amazónica El Periodista (1996) que en su momento concitó dura crítica y el tiempo da la razón de su denuncia, el poemario Voces (1998) y el libro de cuentos amazónicos El Olor del Agua (2000), de una excepcional ironía.